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Hagámoslo bonito, hagamos piña

TEXTO: CONCHI RODRÍGUEZ
IMAGEN PORTADA: OSCAR LORENZO

 

La cultura es un bálsamo, una herramienta, un desahogo, es la imagen congelada de un tiempo concreto, es a la vez motivo de reflexión y objeto de consumo. Me gusta pensar que la cultura, hace mucho tiempo -y aún hoy, día a día- me salvó de la locura.

Y nos salvó, un poquito, a todas durante el largo periodo de encierro que acabamos de pasar, aunque parezca que a muchos se les ha olvidado de repente.

Devoramos novelas, bailamos, apuramos de un tirón la última temporada de la serie que teníamos pendiente y tachamos de la lista aquel clásico que no habíamos sido capaces de ver hasta el momento. Y así, llenando espacios e intentando rozarnos a través de la pantalla, fueron pasando los días.

Otra de las constantes de esos meses fue el sentimiento de comunidad, de unión, la idea de que estábamos todas en el mismo barco.

En los tiempos que corren, en los que el individualismo se nos presenta como la opción natural, es una muestra más de que la cooperación es nuestra arma más valiosa para mejorar el bienestar de la sociedad, como reza el título de El pingüino y el leviatán, obra del profesor de la Universidad de Harvard, Yochai Benkler, que desde aquí recomendamos.

Cultura y cooperación, de la mano. Qué bonito fue sentirnos parte de la Resistencia y sintonizar nuestros cuerpos al son de la música que nos regalaba el festival del mismo nombre, bajo el que se agrupaban conocidos del panorama cultural de la Isla como el MÁC Festival, OntherRoof Azoteas Culturales, Micromusic, Phe Festival o Trash Club, entre otros.

Cómo disfrutamos redescubriendo a artistas de la talla de Silvia Roldán, Oscar Lorenzo, Lauro Samblás o las chicas de Very Caliente Club. Gracias a la iniciativa 7 days / 7 artists Instagram Week de Dicky Morgan, que cedió su cuenta durante una semana a siete agitadoras de la cultura local, pudimos acercarnos a su día a día, ver su rutina de trabajo y adentrarnos en sus estudios. Fue un ejercicio de visibilización y sinergias, que consiguió que se nos quedara en el paladar una mezcla de ganas de seguir exprimiendo al máximo al invitado de la jornada, junto al ansia de empezar a catar la esencia de la artista encargada de llevar las redes durante el día siguiente. Así sabe el producto de calidad.

Qué bonito, una vez más, fue ver cómo crecían los lazos entre los agentes culturales de la Isla gracias a acciones como Proyecto 20-20, de Sublime Taller. La idea consistió en generar una colaboración entre el taller de serigrafía y tres empresas locales cada dos semanas, que tendrían un diseño específico de tal manera que, si conseguían llegar a un mínimo de 20 ventas de camisetas por empresa durante ese periodo de tiempo, el taller se comprometía a estamparlas y repartir ganancias. La propuesta benefició, entre otros, al mítico Equipo Para, a Estudio Cápsula y a la propia Dicky Morgan, en un poético ejercicio de retorno que nos da una imagen de cómo funcionan estas buenas prácticas.

Ahora nuestra realidad es otra, podemos salir a la calle, ir al cine, visitar a nuestros seres queridos, volver a aquel charco que se nos aparecía una y otra vez cuando cerrábamos los ojos y dejábamos la mente en blanco. Ahora, que vivimos en esta especie de glitch de la matriz, no podemos olvidar todo lo aprendido en el camino. Debemos trabajar juntas, tender la mano a colaboraciones, generar y fortalecer redes y apoyar al sector de la cultura. Hagamos que ahora sea un buen momento para el cambio.

Hagámoslo bonito. Hagamos piña.